Destino

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Galante, deslizaba sus pies por el salón de baile de forma casi imperceptible: era como si flotara a la manera de algún dios. A pesar de la seriedad de su rostro, sus ojos lograban traspasarla con una intensidad casi imperdonable. El roce de sus manos era como un tajo al pudor que la seducía con cada movimiento. Lo vio girar, dejarse arrastrar por la melodía, como si su cuerpo fuese acariciado por ésta y él solo se dejara moldear…

La danza finalizó. El lazo, rojo como la sangre de las rosas, los aprisionaba casi al límite de prohibirles respirar. Todo movimiento abandonó cuello, brazos, cintura, boca... Lo único que podían hacer era mirarse a los ojos.

Y se trenzaron así sus destinos con tal fuerza que ni Zeus pudo separarlos: sus tintas eran imborrables y a estas alturas ambos comenzaron a comprenderlo.

Lorenzo Di Franchesca
Lorenzo Di Franchesca

Vivo mil vidas, encarno en mil historias, recorro mil mundos porque leo y porque escribo.

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