El hombre del portero eléctrico

Germán Nonell - El hombre del portero eléctrico
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Era siempre la misma –afirmaba Walter Darby sentado en su sillón predilecto– A veces sonaba distinto, según la hora, el momento y el lugar, pero era siempre la misma. Estoy seguro– La noche anterior no había dormido nada por lo que le temblaban ambas piernas; apenas podía mantener las manos cruzadas, y cada dos segundos desviaba la vista a todos lados en señal de paranoia– La última vez que la oí me dijo que debía estar en la puerta de Platense cruzando el paso a nivel…todavía puedo sentir la mano de ese chico acariciando mi rostro; la palidez de su cara por lo inmensa que era su herida, –lo habían apuñalado más veces de las que podía contar– la expresión de miedo en sus ojos potentada por su débil corazón cada vez menos latente…

<<A veces me pregunto qué hubiese pasado de haber dicho <<No>>. Qué hubiese pasado de no haber hecho exactamente lo que esa débil voz, que todavía resuena en mi cabeza, me ordenaba que hiciera>>

<< ¿Fue cosa del destino? No sé, no creo en eso>>

<< ¿Fue un tema del azar? “Échalo a la suerte, a ver qué sale”. Ni en broma te la tomo>> 

<< Lanza la moneda, Cara vives, Cruz mueres” … no importa lo que salga, el resultado ya se sabe>>

Y es que en las dos te toca el hoyo en la frente.

–De no haber visto la trilogía de Batman, no hubiese pensado que se trataba de una moneda trucada. Dos caras en vez de una. Sirve para ocultar la apariencia de los tramposos. 

<<Como dijo Heath Ledger cuando hizo del Joker, “You´ll see, in their last moments…people show who they really are”>>

–El único momento en que uno puede ser testigo de ello es a la hora de partir. La diferencia es que a mí me tocó Cara, y al pendejo ese le tocó la parte filosa. 

Se expresaba como grabadora de sonido, pero sin límite fijo. Casi cuarenta minutos de sesión y no se había detenido un segundo, siquiera para beber un vaso con agua. 

–O sea que, resumidamente, esa voz –la misma de siempre, aunque desconocida– te dijo que fueras donde el predio del Calamar nada más para encontrarte con el cuerpo de…

–Cristian Meyer –dijo Walter– Y no, en ese momento seguía respirando. A duras penas, pero respiraba. Intenté cubrir la herida, las heridas, con mi pulóver de la suerte, los doctores tardaron hora y media en llegar luego de marcar al SAME unas quinientas veces –irónicamente–, lo llevaron en camilla, tuvo hemorragia interna, intentaron reanimarlo pero falleció a tres cuadras del hospital. 

–En el expediente figura que conocías a la persona. Que habían sido compañeros de escuela, que llevaban tiempo sin verse pero que se dio nuevamente la posibilidad, y que, al momento del encuentro, la víctima estaba en el piso, desangrándose, herida de muerte a causa de un cuchillo para untar manteca –citaba el doctor Arán mientras anotaba en su libreta. Por la forma en que lo hacía daba a creer que buscaba rasgarlas con birome, separarlas del resto y hacer un asado– Por suerte los padres del chico apelaron a tu favor, de lo contrario habrías quedado…por lo menos como el principal sospechoso. ¿Me equivoco?

Walter no dijo más que eso, dando a entender que estaba en lo cierto. 

Anotó en la libreta. 

Por cada vez que marcaba, pasaba de página, trazaba una línea y volvía a surcar, la piel de Walter se erizaba de modo que, para el final del día, acabaría soltando sudor frío. 

–Debe pensar que estoy loco –exclamó en términos simples. 

–¿Por qué decís eso? –preguntó el doctor con completa normalidad. 

–Y…pongámoslo así: Una persona que dice escuchar lo que otras no, y que, a la vez, eso que escucha lo impulsa a hacer lo que para el resto podría estar terminantemente fuera de proporción…Eso en un juicio hace que te declaren insano, a lo sumo inimputable. Lo cual equivale a toda una sentencia de por vida en el Asilo de Arkham. Usted más que nadie debería saberlo.

Desde muy chico Walter fue, y todavía seguían siendo, un amante clásico de las películas de ciencia ficción. Fundamentalmente las de superhéroes. 

–Primero que nada, tuteame. Nada de “usted”. Me hace ver como una persona mayor. Segundo, vos no estás loco. Estás muy lejos de llegar a ser una persona loca –aclaraba con aire profesional. 

–Eso no lo puede asegurar.

<<No lo podés asegurar>>, se corregía a sí mismo. 

–Si estuvieses loco no estarías hablando conmigo en este momento –De psicoanalista y psicólogo especializado en duelo y depresión, a paciente que de muy chico presenció una tragedia que lo marcó de por vida–. Te hubieran hecho una serie de pruebas, incluyendo una serie de preguntas específicas, y según la forma en que contestes, el informe final determinará lo que venga después. 

<<Culpabilidad>>

<<Inocencia>>

<<Asilo>>

<<Prisión>>

<<Reformatorio>>

<<Libertad>>

<<Silla eléctrica, guillotina, horca, etcétera, etcétera>>

Se imaginaba pasando por cada una de esas, en más de una ocasión ya que ninguna, pensaba él: <<Sería capaz de liberarme de la terrible carga que ahora mismo pesa en mi cuerpo. Y que me revuelve por dentro, me priva del apetito, la sed, incluso la necesidad imperativa de cerrar los ojos y dar vuelta la página>>. <<Puede que, incluso, acabe con la Ruleta Rusa; luego de unos veinte intentos fallidos, por fin saldría la bala y mis sesos terminen por manchar la pinche pared>>

Menos averigua Dios, y perdona. 

–Muy bien. Yo creo que conviene hacer una breve pausa. ¿Te parece? – intervino el doctor dejando el cuaderno a un lado, con gesto de Tiempo Fuera en las diez falanges– Dejame hacerte una pregunta –comenzaba a indagar, averiguando si podía penetrar en esa coraza depresiva dentro de la cual parecía ocultarse el oprimido de Walter– Antes de mí lo ibas a ver al doctor Strakoy, ¿no es cierto? 

–Sí –contestó Walter con cara de misterioso.

–Bueno, te tengo una noticia. ¿Sabías que Leonardo Strakoy y yo fuimos a la misma universidad? –Walter quedó sorprendido apenas se dio cuenta– Nos conocimos recién en tercer año, fuimos amigos, socios y colegas desde entonces. Compartimos ideas, las desarrollamos juntos en cada trabajo que nos daban para hacer…Los demás se ilusionaban, a excepción de nuestros profesores que eran unos cínicos, presuntuosos, de lo más exigentes. Les encantaba dar trabajo extra y tenernos hasta muy tarde con exámenes que duraban casi todo un día. 

<<Con razón ya no se enseña como antes>>, se decía Walter. Aunque en el fondo, por donde apenas lograba conseguir acceso, parte de él deseaba que fuera al revés. 

–Verás, mi colega socio y yo desarrollamos cierta teoría, que nunca pudimos probar del todo, ya que en ese entonces la calificaron como errónea –se explicaba Fernando. El intelectual, aunque de lo más antipático, doctor Arán–. En nuestra Tesis Final nos tocó argumentar sobre cómo funciona la mente humana, y cómo repercute en la personalidad ajena. En la forma de pensar del otro. ¿Sabés que pusimos al final?

Walter negó con la cabeza, ansioso por escuchar el cierre. 

La frase: <<Descubre cómo piensa la persona, y puede que hasta te descubras a vos mismo>>. Aseveraba Arán con tono inequívoco. 

–No comprendo –se lamentaba Walter. 

Fernando supo que debía emplear métodos más simples. 

–Para conocer a la persona, primero tenés que averiguar cómo piensa. La forma en la que vive, se comunica, se expresa…aquello que la define y que, a la vez, regula su modo de socializar e interactuar. Una vez hecho eso te será más fácil hablar con él. Puede que, incluso, te identifiques con esa persona. En cuyo caso serás claramente igual a él. 

Poco a poco le empezaba a seguir. 

–¿Y cómo hago eso? –preguntó Walter. 

<< ¿Cómo hago para conocer a la persona? >>

<<Cómo piensa>>

<<Interactúa>>

<<Razona>>

<<Vive>>

<<Que conste que hay gente a la que le cuesta relacionarse más que a otros>>, se planteaba y replanteaba. 

–Es una suerte que todavía nos quede un rato de sesión –dijo el doctor, acomodándose en su silla– ¿Por qué no me contás de vos?

–¿Disculpe?

–Supongamos que se trata de una entrevista de trabajo. Yo hago del empleador, vos hacés del postulado. La empresa no puede contratar a cualquiera. Nunca está mal saber con quién voy a laburar. Hablame sobre vos. ¿De dónde venís? ¿En dónde trabajaste antes? ¿Con quién vivís? ¿En dónde viviste? ¿Tus experiencias pasadas? ¿Cuáles te gustaron más? ¿A quién, a quienes considerás como referentes tuyos…? Hacé que me interese. Haceme tu amigo. Convertime en tu hermano –dijo irónicamente.

–¡Jamás, en la puta vida, te voy a llamar “hermano”!resaltó Walter con tono agresivo. 

Como si esa palabra fuese algún tipo de disparador. 

–Muy bien. Nada de hermanos –concluyó el doctor. Anotó en su cuaderno para no olvidarse– Te escucho. 

–¿Qué garantía tengo de que no le vas a contar nada a nadie? –preguntaba Walter sin el más mínimo rastro de nerviosismo, temblor alguno, en ninguna parte de su cuerpo. 

Repentinamente había cambiado de personalidad. 

Como la moneda de la suerte de Harvey Dos Caras. 

–Nada de lo que se diga acá saldrá de acá –aseveró el doctor indiferentemente– Se le dice Confidencialidad Médico-Paciente. 

Y arrancaron. 

En general, mucho no había para saber sobre la vida de Walter; de unos 27 años, inmaduro, terco de nacimiento, sin un solo pelo de barba ni en ningún otro lugar en particular. Nació pobre en una pensión en Liniers, siendo cuarto de cinco hermanos con el que más afinidad tenía era el mayor. Lo consideraba, a la vez, su principal referente. Jamás conoció a su madre, apenas a los cinco años su padre murió a manos de unos pandilleros a quienes les debía más de lo que podría pagarles…Fabián, el mayor de todos, se hizo cargo de la familia hasta que alcanzaron la edad adulta. 

Habiendo ido a la escuela pública, una vez concluidos sus estudios se fueron a vivir al exterior –el segundo y el tercero–, quedándose solos él y su hermano menor. 

Fabián acabó sucumbiendo –posiblemente– ante la misma mafia que tomó la vida del usurero del padre, y nunca se detuvo a ninguno de estos. 

Mucho menos al que dio la orden. 

Jamás fue un atleta consumado, jamás fue el mejor de la clase, pero sabía bien qué carrera seguir una vez terminada la secundaria. Mientras el resto de la clase se inclinaba por Economía, Ingeniería, Relaciones Públicas o cualquier otra materia relacionada con el cuidado ambiental, Walter ya se imaginaba, en un futuro no tan cercano, de la siguiente forma…

>>Abogado Penal>>

>>De esos que buscaban impartir la ley tanto en sus familiares como en el resto de su entorno físico>>

En el caso de Darby, su meta sería dar con quienes sostuvieron el arma que disparó la bala que mató al pobre de su hermano, y, llegado el caso, dar con el que mueve las fichas que conforman su tablero de Damas. 

Pero, como dirían en AA: <<Un día a la vez>>

El pequeño Alejandro, su hermano menor, lo veía a Walter, al mismo tiempo, como su referente de admiración. Y por más que apenas tenía para dirigirle su atención, tampoco se interesaba en lo que urgía en su cabecilla. La inmensa creatividad de la que gozaba, y de la que pudiera sacar provecho…si no era por diseño gráfico, sin duda sería como artista plástico. 

>>Coloreaba y pintaba de tal forma que muchos lo hubiesen visto como el Picasso del Siglo XXI>>

–Siempre me jodía con eso –se reía Walter tocando una parte íntima suya que, a la vez, permitía destacar su lado sentimental– Las horas que no tenía nada para hacer del colegio se las pasaba transfiriendo lo primero que le llegase a la mente a papel y lápiz. 

<<Y no lo hacía mal, eh>>, se confesaba avergonzado. 

–Si le pedías retratar el símbolo de los Rolling Stones lo hacía tal cual figuraba en cualquier otro folleto, revista de chimento, calcomanía…incluso le agregaba la corona de Queen o un piercing a esa lengua larga, gruesa y viscosa del mismo color que ese labio carnoso y afeminado –se describía de una forma que, en otra vida, lo hubiese calificado de “buen novelista”– Hoy en día, aplicaciones como Power Point, Photoshop, Creator, sirven para crear los mismos íconos, incluso modificarlos. Reformarlos. 

>>Hacerlos mil veces más elaborados. Mucho más creativos. Alterarlos. Lo cual ya es, por mucho, la degradación total de la cultura popular>>

>>Por eso es que nunca se permitirá algo por el estilo>>

 –Incluso los diseñadores de moda se valen de estos artilugios. Salvo que, en lugar de computadora, laptop, los descargan por el celular de 4 a 6 GB –seguía formulando Walt en forma de enciclopedia– ¿Sabías que la mayoría de los modistas son homosexuales? 

<<Paco Jamandreu, por ejemplo. Los bocetos que ideó para Eva Perón…>>, se expresaba con aire de ilusión. 

<<También está Boy George, líder del fenomenal Culture Club>>

<<Freddie Mercury, que además de cantante y solista era diseñador gráfico. O eso escuché>> 

<<Y la lista sigue creciendo. Ojo>>

–Vaya, vaya –se le veía abrumado al doctor– Ciertamente tu atracción hacia lo artístico rebalsa de más de una manera. 

–¿Por qué lo dice?

–Y…fíjate. En un principio parecía que no ibas a decirme nada y empezaste hablando de tu vida; fundamentalmente tu afinidad con tus hermanos. El pequeño Alejandro, sobre todo. 

–No comprendo –dijo desentendido. 

–Claro. Primero apuntaste a que no le prestabas la atención necesaria como para que hubiese una conexión. Un vínculo fraterno, por decirlo de algún modo. Pero después te sumergiste en su forma de dibujar y a partir de ahí te saliste de contexto. Como si esa conexión no la expresaras con palabras, sino con gustos y preferencias. ¿Me explico?

<<Podría decirse, no sé>> 

No estaba del todo seguro, aunque sí entendía hacia dónde buscaba llegar. 

–Lo que sí sé, y con total seguridad, es que me hubiese ahorrado mucha angustia si tan solo le decía: <<Perdoname, Alex. Perdoname por ser tan parco. Tan distante. Planeando mi…coso –tosió para adentro, fingiendo que se ahogaba– Sos lo más importante que tengo, y lo vas a ser siempre. Te quiero, hermano. Bla, bla, bla>>

Apuntaba desde otro ángulo. 

–El hombre es como es por naturaleza, Walt –afirmaba Arán con nariz puntiaguda– Imperfecto. Vivimos imperfectos, amamos imperfectos, nos expresamos distintamente…Igual de imperfectos. Se nos permite obrar para bien como para mal, según nuestro propio juicio. Como dice el cristianismo: <<No puede haber un Dios arriba, sin un Diablo abajo>> 

>>O un Yin sin su Yang>>

>>Un toro sin un torero a quien cornear>>

>>Un arquero sin un blanco a disparar>>

>>Etcétera>>

Hicieron una breve pausa, tomaron los dos un vaso de agua. Recobraron el aliento y continuaron.

–Si no te molesta, ahora quisiera volver al día antes de tu arresto –dijo Arán refregándose el labio con el puño

–¿Qué, exactamente? –repuso Walter haciendo lo mismo, pero con la manga de su camisa. 

–Hace un rato dijiste que, el día antes de encontrarte con Cristian oíste una voz misteriosa en el portero de tu casa que te dijo que fueras a tal lugar, a tal hora, y ahí te lo cruzaste herido de muerte. ¿Es así?

<<Ponele>>

Era así como decía, pero Walter trataba, a duras penas, no pensar en aquel momento. Otra gran secuela que lo marcaría de por vida.

–¿Para qué preguntas si ya lo sabes? –volvió a reponer. 

–Porque hay cosas que no me cierran del todo. En tu expediente figura que no sos una persona problemática; entre tus conocidos te definen como <<gentil>>, <<amable>>, <<carismático>>, <<buena onda>>, <<leal hasta la muerte>>, con facilidad para hacer amigos…

>>Reemplaza la L por R-Real y te queda la frase de Anuel: “Real hasta la muerte, baby. BRRRRRR”>>

–…Si no sos de tener problemas con nadie, ¿cómo es posible que, quien sea te haya hablado del otro lado ese día, te haya incriminado de esa manera?

<<Si lo supiese no estaría aquí, ¿o sí?>>, decía Walter tronando los puños. 

–¿Hay algo que no le hayas dicho a los oficiales que te interrogaron?

–No, estoy seguro que dije todo. ¿Por qué? –preguntó con aire de superioridad?

–¿Conocías a Cristian de antes del incidente?

–Ya te lo dije. Fuimos amigos todo el primario y parte del secundario. Después se cambió de escuela y a partir de ahí no lo vi por un tiempo largo. 

–¿Tenés idea de quién podría tener motivos como para atentar contra su vida?

–Él nunca me contaba nada sobre su vida privada. Tampoco me interesaba meterme ya que no soy de curiosear. La conocía bien a la madre y a la hermana. Cuando no estaba él pasaba el rato con ella. Hubo un tiempo en el que quise que pasase algo, más tarde empezó a salir con un jugador de rugby y bueno…

<<Mi mayor rencor es que no va a poder estar para la boda de diciembre como su acompañante hacia el altar>>

–¿O sea que, tampoco era de hacer malas compañías?

–Absolutamente. 

–¿Y cómo pensás que se dio? ¿Si no se trató de un tema personal, cómo puede alguien cometer algo tan siniestro, tan desagradable…tan perverso y macabro como el caso de Cristian Meyer en la Cancha de Platense?

Esa pregunta le giraba como trompo en la cabeza, pero por más que se esforzaba, mucho no había para decir. 

–A lo mejor un problema con uno de los hinchas. Alguno al que echaron del predio por cagarse a pedos con otro. Otros. Algún carterista, mechero, asaltante en moto que le quiso afanar y terminó bajándolo a cohetazos… ¿Quién sabe? La mala suerte de haber estado en el lugar erróneo en el momento erróneo. En cuyo caso habrá sido un caso aislado. Que pasen están cosas, te juro… –Se refregaba el rostro con ambas manos apretando con fuerza. 

–En el informe forense figura que murió apuñalado. Doce veces, para ser exacto.

–Capaz que lo sorprendieron por atrás, le taparon la boca para que no gritase, le sacaron cuanto tuviese algún valor y lo dejaron en el fango hecho picadita. Andá a saber. 

Arán anotaba en su libreta. 

Se tomaron otra breve pausa. 

–Mirá, Walter… –se quitó los lentes y los dejó a un costado del mostrador– No sé si hago bien contándote esto, pero como no sé si más adelante va a haber otro momento, aprovecho para decírtelo ahora. 

Por más que odiaba meterse en temas privados, este sonaba como de vida o muerte y ya no se molestaría por intentar disuadirle. 

Aun así, le causaba impresión. 

–Cuando tenía quince años fui al Teatro Colón con mis padres a ver uno de los tantos conciertos de Luciano Pavarotti. Resulta que a mi viejo le gustaba apostar y un día salió primero en un sorteo que le valió una entrada gratis para ver al más grande soprano de todos los tiempos, en el gran salón, en primera fila. Y como tal entrada cubría de tres a cinco personas, nos llevó a mi madre y a mí con él –contaba con deslumbrante memoria– Fue uno de los mejores momentos de toda mi vida. Puede que el único. Es más, desde aquel día, no sentí otra cosa más que aprecio y admiración por la cultura italiana. Incluso hasta pensé en tomar clases en el Conservatorio Nacional con la esperanza de que, algún día, llegase a componer con Andrea Bocelli. Hoy en día hablo italiano como segundo idioma, y en cada verano me voy con mi esposa y mis dos hijos un mes a Roma, una semana en Sicilia y a la vuelta La Toscana. Y nunca pasamos de la temporada, dado que, al volver, devuelta al trabajo. 

>>Devuelta a la escuela>>

<<No sabe cómo le envidio, doc>>, le escuchaba Walter de modo cautivador. <<Desgraciadamente, a mí la alegría europea como que me rompe un poquito los huevos. Disculpe si parezco ofensivo>>

Se esforzaba por cuidar los modos.

–¿Por qué me cuenta esto? –preguntó desconcertado.

–Dejame terminar.

Hizo otra breve pausa.

Para lo que seguía por develar le iba a tomar más tiempo y aire pulmonar, y lo expresaba de reiteradas formas. Ninguna cerca de llegar a conmovedora

–Lo peor pasó cuando salimos del concierto –siguió contando el doctor– Habíamos dejado el auto en el estacionamiento de la otra cuadra, pero estando a solo dos pasos de llegar…

>>Lo que quiso decir fue que un borracho de unos casi cincuenta años vestido de empleado de mantenimiento se puso en el medio, les robó la billetera a ambos –el padre y la madre– y disparó la Glock 19 que traía en el bolsillo de su chaqueta, perforándoles el corazón junto con otras cuatro costillas>>

>>Sucumbieron al instante, frente a sus propios ojos>>

>>Se ahogaron en su propia sangre>>

>>El tipo se fue corriendo, dejando al pobre de Fernando –en ese entonces un niño de tan solo siete años– ahogándose en su propia miseria, junto al cadáver de sus padres. Presenció cada segundo>>

En ese preciso segundo Walter estaba igual de conmocionado que él. 

Directamente no supo qué decir. Tampoco supuso que fuera necesario. 

>>Si uno se pone a pensar, el licenciado Fernando Arán compartió la misma suerte que el filántropo de Bruce Wayne, quien, de niño, presenció la muerte de Thomas y Martha Wayne de la misma forma. Otra cicatriz permanente>>

>>Con excepción de que no era rico, mucho menos un soltero codiciado, experto en artes marciales, cuyos padres le impusieron tantas restricciones>>

–No sabe cuánto lo siento –contestó Walter a secas. 

–¿Sabés por qué te lo cuento? –preguntó el doctor. 

–No…

<<Aunque imagino que no es para hacerme sentir aliviado de no ser el único adolescente al que le pasan estas cosas>>, se planteaba con lógica. 

–Porque desde el minuto en que te sentaste en ese sillón, no hiciste otra cosa más que mentirme –disparo cual franquista en la Guerra Civil Española. 

–¿Disculpe? 

Y a partir de ahí dejaron de lado todo rasgo y sentido de culpa.

–Sí. Desde que arrancamos la sesión, lo primero que hiciste fue hablar de esa voz que oías en tu cabeza…Más bien del portero eléctrico que vibraba desde el comedor de tu casa; después hablaste de tu hermano, la forma en que murió, y quien pudo haber estado detrás de ello. Más tarde lo mencionaste a Cristian, con quien te encontraste luego de un largo tiempo sin ninguna novedad, hasta concluir con tu hermanito, su devoción hacia tu persona, y sobre no haberle dedicado el tiempo que se debería confiar al menor de todos. 

<<Imperfectamente hablando, ¿no? ¿Esa parte dónde quedó?>>

–Después te pregunté si conocías de quién podría ser esa voz en tus oídos, y no me supiste contestar. ¿Será que no sabías? Puede ser. ¿Será que, al igual que nadie posee el mismo ADN, no puede haber dos personas con la misma voz? Totalmente de acuerdo. Fuera de cuestión… ¿O será que, en el fondo, sí sabías quien era esa persona misteriosa, pero elegiste no contarme?

>>1 de 3>>

–Y en todo ese tiempo que anotaba en mi libreta, cada dos segundos me volvías a hacer exactamente la misma pregunta…

<< ¿Qué estás anotando en ese pedazo de papel? >>

–Y…sí. A nadie le gusta que hablen de su vida privada. En otros lugares se lo vería como violación a la intimidad –se excusaba Walter tristemente.

–Otros lo llamarían: <<Atar cabos sueltos>>

–<<Mientras lo que se diga acá se quede acá>>, lo dijo usted. No tengo por qué ocultar nada. ¿Por qué habría de mentir?

–Porque sí sabés quién era esa persona del otro lado del portero. Y ahora, yo también lo sé. 

–Uh, dejamos salir al tigre, eh –ironizaba Walter con aire macabro– A ver, tordo, ¿de quién se trata?

–ERAS VOS.

¿Scusi? –soltó Walter, solo para volver a cerrar la boca como si se la hubieran cosido como por arte de magia. En una fracción de segundo. 

–Qué curioso –dijo Arán tachando uno de los tantos ítems en su dichoso cuaderno– ¿No había dicho que no le atraía en lo absoluto la cultura italiana? Perdón, ¿la europea?

–Escuchó bien –dijo Walter, a la vez que experimentaba un tic en la garganta. 

–¿Y por qué acaba de decir “¿Discúlpeme?” en italiano, entonces?

No hubo respuesta. Lo que sí, por cada vez que intentaba abrir la boca, una extraña fuerza interior se la volvía a cerrar. 

–Todavía no le dije qué pasó luego de que ese malnacido acabó con la vida de mis viejos. ¿Quiere que le diga lo que fue de mí los siguientes treinta años? ¿Quiere que le cuente por lo que tuve que pasar? ¿Las cosas que tuve que dejar atrás? ¿Los cambios que me tocó padecer? Solo porque un miserable salido de rehabilitación, con pedido de captura a nivel internacional, se apareció aquella noche tan solo para hacer lo único que sabía hacer mejor. ¿Quiere que le diga?

<<No me sale tutear, no perdamos más el tiempo. Entiendo>>

–¿Tengo otra opción?

–Luego de esa noche, mi vida entera se fue al carajo. Pasé de orfanato en orfanato, familia adoptiva por familia adoptiva; la mayor parte del tiempo me la pasaba afuera. En los suburbios. Calle por calle, callejón por callejón, una parada del metro distinta a la otra, bar clandestino por bar clandestino con tal de dar con esa persona en particular. En un principio pensé que iba a ser fácil. Digo, casi todos los adictos tienen los mismos hábitos. Trabajos sin experiencias, salarios mínimos, cada dos por tres se mandan algún moco y cumplen pena en un penal de poca monta, vuelven a salir, hacen tareas comunitarias, van a rehabilitación, grupos de autoayuda, te dicen todo que sí con tal de sacarse otro peso de encima, y recién a los dos días se vuelven a drogar. Y a mamar. Siempre es así. 

<<Luego me di cuenta de que “no era tan así”, y a la vez descubrí que, si iba a dar con esa persona y hacerla pagar con creces, no podía hacerlo solo. Tenía que estar preparado. Así que me uní a la Federal. Me dieron alimento, cobija, un techo bajo mi cabeza y ropa bajo mi espalda. Me gradué con todos los honores, y al día siguiente ya estaba de nuevo en la calle>>

–Durante todo ese tiempo, me dediqué exclusivamente a trazar una línea. Marcar una diferencia. La ley es aquello que trae orden a las cosas, Walter. Es lo que nos define. Lo que nos determina. La ley es lo único que nos separa de los animales. Es aquello que <<Divide y conquista>>, como diría Maquiavelo. 

<<Otro gran pensador italiano>>, se decía Walt con aire de sarcasmo. <<De hace quinientos cuarenta años. Más o menos. Tsst>> 

–Pero, en fin, no nos desviemos del tema. En mi tiempo libre, mientras los demás iban a almorzar, yo me quedaba en mi escritorio en la brigada, y llevaba a cabo mi propia investigación. Busqué el perfil del asesino de Franco Arán y Yolanda Marz por toda la internet; su vida, sus hobbies, parientes cercanos, lugares más frecuentes…cada vez que salía otra vez afuera, lo hacía con la noción de que, cuando diese con el sorete hijo de mil puta, desenfundaría mi arma, la colocaría en el centro de su cara, y lo obligaría a confesar. El infierno por el que me hizo pasar, la culpa que me hizo sentir, cómo terminó de arruinarme la vida apenas comenzaba a vivirla… –el corazón le latía fuerte, así como evitaba que las lágrimas le corriesen por las dos mejillas–Decirle, que nunca dejé de pensar en esa noche. Y de pronto…

>> ¡PUM! >>

<<No más dolor. No más sufrimiento>>

<<Ya no lo vería en las noches cada vez que cierro los ojos>>

<<Ya no viviría con la creencia de que mis viejos no descansarían en paz hasta que su verdugo estuviese de la misma forma. Muerto>>

>>Todo acabaría>>

En eso Walter también parecía mostrarse de acuerdo. 

–¿Y lo encontraste? –preguntó Walt con expresión de interés. 

–Sí –dijo Arán– Tomó más tiempo del que creí, pero sí. Lo encontré. 

–¿Y lo disfrutaste?

–Si te referís a que si apreté el gatillo y lo dejé postrado en el barro a que los gusanos cagasen en su cráneo, no. No lo hice. 

<<Será mejor que se explique, tordo, porque no entiendo nada>>

–¿Por qué no lo hizo?

–Porque como ya le dije, señor Darby. La ley es aquello que nos separa de los verdaderos animales. 

<< ¿No era que estaba estudiando Derecho Penal? >>

–Simplemente lo aprehendí luego de haber asaltado una licorería, le leí sus derechos y lo metí esposado a la patrulla. Su reputación y los amigos que hizo adentro se encargaron del resto. 

<<Resulta ser, que Flavio Wagner hizo enojar a la gente equivocada. Y por supuesto pagó caro>>

–Como debe ser –dijo Walter. 

En ese momento el celular de Fernando vibró de forma intensa, hasta que empezó a sonar “We won´t stop” de Miley Cyrus. 

–Perdoname. A mi hija la vuelve loca este tema, me lo puso como notificador –Se fijó en la casilla de mensajes– Mirá, justo en el minuto oportuno. Me acaban de informar que el departamento de homicidios allanó tu casa por orden del juez que atiende tu causa. ¿Sabés que descubrieron?

–¿Cómo que allanaron mi casa? –se volvió a alterar, esta vez con mayor brusquedad.

–Es protocolo. Cuando a una persona se la acusa de un crimen, lo primero que se hace es requisar su propiedad en busca de cualquier tipo de elemento que pueda vincularlo con el hecho. ¿Querés que te diga qué encontraron, o no?

–A ver, decime.

>>Cincuenta figuritas con la imagen de Al Capone, y otros cincuenta posters de Marlon Brando haciendo del Padrino>>

–¿Te gusta el cine clásico? A mí también. Mirá. Dos cosas tenemos ya en común. 

<<Los dos fuimos testigos de la muerte de un ser querido, y ambos tenemos atracción por el arte italiano>>  

–Y antes de que lo niegues, a Cristian Meyer ya sé que lo mataste vos. El arma homicida apareció en una repisa aparte, en el placar de tu comedor. Tus huellas digitales estaban en ella…junto con las de tu hermano. 

–¿Cómo…

<<Verás, nene…Nunca hubo una voz misteriosa del otro lado del portero. La persona de la que no tenés idea, siempre fuiste vos. La pregunta del millón, en este caso, sería…

–¿Quién estuvo siempre escuchando del otro lado?

–No lo sé. 

Por más que se esforzaba por disimular, tristemente le resultaba igual de inútil que seguir tomándolo al doctor por idiota. 

–Tu adorado, y de lo más devoto, hermanito menor. 

>>El pequeño Alejandro>>

<<Y es que de tan pura y tan clara que resultó ser esa devoción, ese sentido de aprecio que tenía por vos, que a la vez estaba dispuesto a todo con tal de que tales atributos le fueran correspondidos>>

–Y vos usaste eso para vengarte de aquellos que te arrebataron la vida de Fabián. Tu hermano mayor. 

<<Tu referente masculino>>

>>Planeando mi coso=Planeando mi Venganza>>

>>Cedemos el paso a un tercero>>

–Resulta ser que tu hermanito mayor tampoco era un santo como hubiese querido. Él también hizo enojar a la gente equivocada. Tan así que, en el peor de los escenarios, no hizo otra cosa que arrastrarlo al abismo. O al menos a él solo. 

<<Y no lo pusiste aceptar…así que te inclinaste por encontrar a esos personajes y hacerlos pagar por la miseria en que te dejaron>>

>>Lo que nunca hubiese pensado, era que el mismo Cristian Meyer, su amigo de toda la vida, no fuera otra cosa que el “dueño del circo”>>

<<Motivo por el cual lo dejaste para el final>>

–Y usaste a Alejandro con tal que nadie supiese quién era. Porque a él no lo conoce ni la abuela, pero a vos sí. ¿Voy bien o me equivoqué en algún lado?

Se tomaron una última breve pausa. 

–O sea que, solo en título informativo nomás, –alardeaba Walter– ¿usted supone que, por un plazo determinado, hablé con mi hermano por el portero eléctrico de mi propia casa, le ordené ir a tal lugar, a tal hora, en tal momento igual de estimado, le metiera media docena de balazos en el pecho a una banda de usureros, sádicos, prestamistas y estafadores, solo para concluir con el que dio la orden de eliminar a quien, durante toda una vida, fue como un padre para mí? ¿Y no solo porque me cuidó, ¡nos cuidó igual que uno!, mientras que los Auténticos Decadentes no hicieron otra más que borrarse? ¿Eso es lo que insinúa?

Hubo un silencio prolongado antes de dar con la respuesta. 

–Viéndolo de ese modo, podría decirse así. Sí –afirmó el doctor rotundamente– Por más que no haya salido de mi boca, en cualquier otro juicio sería visto como <<causa probable>>. Es verdad. 

–Piense lo que quiera, doctor. Suponga cuanto le salga de los malditos cojones. Pues al final no será otra cosa que eso.

>>Meras suposiciones>>

–Tengo otra teoría –dijo Arán.  

–¿Y esa es…

–Puede que, al final, no haya sido Alex quien cometió todos los crímenes. Puede que el único momento en el que hablaste con él fue para dar el golpe que terminó de azotar al distintivo de Meyer. Y que hasta entonces el único que anduvo con sangre en las manos hayas sido vos. Puede que hayas dejado a Cristian para el final mientras acababas con el resto de la banda, ya que, salvo él, ningún otro tenía idea de vos. 

<<Y tampoco hace falta que lo niegues. Llevamos a Alejandro al polígrafo hace como hora y media. Contó que el único momento que habló con vos por el portero fue para disparar la bala que atravesó el cráneo de Cristian, que para entonces ya estaba tumbado en el suelo, hecho colador. El resto del tiempo estaba haciendo su tarea, entreteniéndose con varias de sus manualidades>>

>>Walter lo apuñaló por atrás, le tapó la boca para que no gritara, justo ahí llegó Alejandro, y por orden de su hermano, acabó con el trabajo>>

<<Según sus propias palabras, mientras vos le aseguraste que iba a ser como un “profundo sentimiento de satisfacción”, para él no fue otra cosa que una “total desolación”>>

>>Pasó la prueba de manera exitosa>>

–Decí que tiene talento, eh. Con la mano en el corazón, te digo, este pibe tiene un gran futuro por delante. 

En eso la puerta se abrió, dejando ingresar a todo un equipo de la Policía Federal. 

–Justo a tiempo, señores. Walter Darby, queda detenido por el homicidio de Ramón Gaona, Boris Delmer, Kevin Occa, Joan Desiderio y Matías Vandercusso, y por instigación al cometimiento de un sexto. Tiene derecho a guardar silencio, tiene derecho a un abogado, y todo lo que diga puede y va a ser usado en su contra en un tribunal federal. 

Lentamente lo levantaron del sillón y lo esposaron contra la pared.

–Olvida un dato importante, tordo. ¿Qué hay de mi hermano? Soy el único pariente cercano que tiene. ¿Me va a apartar de él para que crezca solo en un ambiente deplorable? ¿Lleno de tortura, salvajismo y violencia? ¿No era que estudió con el doctor Strakoy? 

–Alejandro todavía es menor de edad. Pasará un tiempo en un reformatorio hasta que alcance la mayoría de edad. Después el estado se encargará de proveerle los medios necesarios para que lleve una vida independiente. Tengo un par de contactos que me deben un par de favores. Le aseguro que, mientras esté bajo mi supervisión, no le va a faltar absolutamente nada. 

<<A lo sumo vivirá una vida mejor que la que le ha proporcionado su retorcida familia. En unos años puede que no sea como Picasso, pero sí va a llegar a ser un artista consagrado. Como ya lo viene demostrando>>

–Y no estudié con Strakoy. Hice terapia con él. A él le debo que la tragedia de mis padres no me haya convertido en lo que yace frente a mí. ¿De quién pensás que es esta oficina?

>>Como dijo Denzel Washington: “Progreso, no perfección”>>

–De todos modos, debo felicitarlo, señor Darby. Su perfil ya es tendencia en toda la Federal. Incluso hasta le inventaron un seudónimo. ¿Sabe cómo le dicen?

–Como diría Patricia Sosa: <<Endúlzame los oídos>>. ¿Cómo me dicen? –soltó sin más.

–Fácil:

<<El Hombre del Portero Eléctrico>>

–¿Qué le parece?

Se hizo el que pensaba, después disparó.

–Y…mirá, después señálame al que vino con la idea. Puede que lo deje con algún dedo sano. Uno que otro diente…Media muela, quizá– vociferó con expresión de Jack el Destripador. 

–Llévenselo.

Germán Guillermo Nonell
Germán Guillermo Nonell

Tengo 24 años, soy de Vicente López, Provincia de Buenos Aires. Bachiller Universitario en Periodismo por la Universidad de Palermo. Además de periodista soy escritor, actor, redactor SEO especializado en espectáculo, cultura e interés general. Me considero un amante clásico de los videojuegos y mis escritores preferidos son J.K. Rowling y Stephen King.

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