El pacto

gisela anahi frias - el pacto
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Conocieron al dueño tres días antes; pasaron por ahí, hicieron noche, y siguieron su rumbo.  Ese lugar, era la parada casi obligada de los que hacen cumbre. Justo en medio del camino,  la separación exacta entre la cima y el valle. «Entre el cielo y la tierra» como lo definió él,  antes de despedirlos. 

Una fuerte tormenta los sorprendió en la cima del cerro, quedaron a resguardo en el refugio y cuando todo paso, emprendieron el descenso. Decidieron pasar por ahí a saludarlo,  conversar un rato antes de regresar. Les pareció extraño no verlo afuera con los animales, ya  que el tiempo había mejorado. 

Un tufo nauseabundo y penetrante les quitó el aliento, pensaron en algún animal muerto, ya  que el olor era a osamenta. Un enjambre de moscas azules y verdes se arremolinaban cerca  de la cabaña. 

Llegaron hasta el lugar, recorrieron los establos, dieron una vuelta por fuera, no encontraron  nada. Caminaron despacio hacia la parte de atrás, con cautela. Juntando coraje, se asomaron  por las ventanas, no se veía a nadie dentro, lo que antes era una estancia acogedora ahora se  veía como un lugar lúgubre, tétrico, totalmente deshabitado. Quisieron entrar pero la puerta  estaba trancada por lo que la empellonaron hasta abrirla, el hedor a muerte y podredumbre  era insoportable. 

Inés fue la primera en entrar.  

Salió con los ojos desorbitados del espanto, corrió hasta un gran árbol donde se detuvo a  vomitar, llorando y gritando, totalmente histérica.  

La miro desconcertado, no entendía nada, se asustó tanto que no sabía si seguirla o ver qué  pasaba dentro. Se apresuró a entrar. 

Una bocanada de asco le subió por la garganta, pero se las aguantó.  

El hombre falleció sentado en su viejo sillón mirando el fuego, la muerte le llegó sin hacer  ruido, llevándoselo silenciosamente. Se fue en paz.  

Sus brazos colgaban a los costados del cuerpo. Tirada en el piso, una botella de Vodka a  medio terminar, fue su última compañía.  

Las brasas en la chimenea crepitan débiles, sin fuerzas, pero vivas!. El olor putrefacto, era tan fuerte que se le impregnaba en la nariz, haciendo que sus sentidos se descompongan. 

Las moscas pululaban en torno al cuerpo del que solo quedaba un cadáver consumido por  los gusanos; los que terminado su festín se paseaban entre los restos de carne y huesos.  Lo que estaba viendo lo dejó desconcertado, un cuadro particularmente dantesco. No era  verosímil, el clima en esa región es frío, por lo que ese estado de descomposición no era  posible.  

Tenían que bajar al pueblo. Dar aviso a la policía. 

Retrocedió lentamente sobre sus pasos, fue entonces que la puerta de entrada se cerró de  golpe, una ráfaga de viento hizo lo suyo para contribuir más al terror que estaba experimentando, avivando el fuego en la chimenea donde los leños ardieron de nuevo.  Reculó sin mirar atrás, hipnotizado por las llamas flameantes, quiso salir corriendo, pero  sintió que una fuerza desconocida se lo impedía no dejándolo reaccionar. Mira el fuego  danzar delante de sus ojos. No piensa en otra cosa más que en quedarse para siempre en ese  lugar. Una voz en su interior le grita que se aleje, que corra …pero Él no quiere, sabe que  ese es su lugar, que es ahí donde debe estar. Afuera se levanta una tormenta, «otra más» se dijo, pero ya nada importa, porque se siente seguro. No piensa en el hombre muerto, no huele  la hediondez que se desprende de éste, no ve que las moscas desaparecieron y los gusanos  huyeron despavoridos ante la presencia del fuego vivo que habita en la chimenea.  Algo se apoderó de él. Lo invadió hasta el último de los poros y se hizo dueño de su voluntad.  Por primera vez en su vida tiene el poder de decidir sobre todo, una fuerza descomunal esta  dentro suyo. No era el mismo que entró por esa puerta y le gustó eso que sentía. No sabe que  nunca podrá salir, por lo menos no como había entrado, ni que jamás podrá alejarse de ese  lugar. La sensación que experimenta lo hace querer más. Nunca se iría pero a él eso ya lo  tiene sin cuidado. 

II 

Afuera, Inés se recuesta sobre un árbol, abstraída de lo que sucede dentro de la cabaña. Ya  no grita, ni llora. Esta contenta. Feliz. Por fin había logrado su cometido  Era “Libre”. Dueña de su vida. 

…Almas puras le habían pedido, a cambio de ser eterna; joven, por no sufrir y hacer lo que  quisiera. Realmente no recordaba cuántos años, cuántas personas, hombres, mujeres o niños

Tenía dinero, poder, una vida de lujos y satisfacciones. Hasta que un buen día se dio cuenta  de que todo eso ya no la llenaba, que se sentía aburrida y quiso dejar todo atrás. Se cansó y,  al querer retirarse averiguó que había firmado un pacto que a final de cuentas no le brindaba  muchos beneficios. 

Fue un viaje de ida, que no tenia vuelta.  

Y es así como hizo un nuevo trato. Subió a la montaña, entró a la cueva dónde todo había  comenzado. Escuchó esa voz hablarle, pedir un alma más, ¡solo una! Y la liberaría, ella  continuaría con su vida olvidándose de absolutamente de todo. 

Llevo a un amigo, a su último viaje. Inocentemente la acompaño a buscar la “felicidad”,  creyendo que ésta se encontraba en la cumbre del cerro. Muy utópico, pero necesario. Lo  engañó, es cierto pero debía lograr su cometido y liberarse de ese maldito tormento.  

Ahora al fin el calvario había concluido. 

Lo que no supo es que Ella fue su propia ofrenda. 

III 

En el pueblo dijeron que eran dos los senderistas.  

Una tormenta de aquellas se desató allá arriba, por lo que los aldeanos creyeron que buscaron  refugio en el puesto abandonado, y no se preocuparon cuando a los días no volvieron. No eran muchos los que hacían ese camino en busca de nuevas aventuras, por lo que recordaban a todos y cada uno de los que subían por el filo hacía la cumbre. La cabaña estaba vacía, hace años nadie la habitaba.  

Cuando llegaron encontraron al pie del árbol, su cuerpo en descomposición.  Juntaron los restos, subieron parte de la montaña, entraron a la cueva y depositaron los  huesos en un santuario sobre una pira muy alta.  

Seguro, seguirían llegando más, como siempre.  

Y ellos los esperarían. 

 

Gisela Anahí Frías
Gisela Anahí Frías

El mundo debe ser descubierto y las palabras son el medio más efectivo. Amo por sobre todas las cosas vivir, y la mejor manera de demostrarlo que encontré fue escribiendo. Soy una persona simple. Así como simple es la vida.

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