Microrrelatos sobre Buenos Aires

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Mi cita de los miércoles 

Caminando por la Calle Corrientes, una flor violeta de Jacarandá se cae sobre mi nariz. Me provoca un estornudo que hace que la chica que está leyendo apoyada en la puerta de la librería diga: “Salud hermoso”. Sonrío. Me acerca un trozo de pan, lo huelo con desconfianza, pero cedo por el hambre. Siento que la amo y que quiero vivir con ella. Me comparte más de su merienda y promete que todos los miércoles me va a esperar ahí. Y mientras ella lee sobre “setenta balcones”, me acuesto a sus pies y le muevo la cola en agradecimiento. 

Un bicho acostumbrado al caos 

La avenida más ancha del mundo está cortada. Me saco los zapatos y los dejo en el asiento del acompañante. Canto junto con la radio “la marcha de la bronca“. Mi pasajera repite: “que no va a llegar a la reunión por esos piqueteros vagos”. Me distraigo observando las caras que se calman con cada golpe que le dan al bombo. Mi pasajera me culpa de todo mientras el taxímetro sigue corriendo. Se niega a pagarme y sale dando un portazo. Abro la ventanilla, me prendo un cigarrillo y pienso que si volviera a nacer elegiría ser nuevamente “Porteño”. 

Pasco Sur 

Un ruido constante nos avisa que el tren está cerca. Me siento en el andén y dejo mi pala a un costado. Mi compañero se agacha y apoya su pico sobre los ladrillos. Mis zapatos bailan en el vacío. Los durmientes tienen un olor penetrante a humedad. Respiramos escombros y tosemos fuerte. Vemos el resplandor de la máquina, pero ya estamos acostumbrados a “que siga de largo“. Las luces comienzan a temblar, se apagan. La chica que mira por la ventanilla nos ve, lo sé por su expresión de espanto. Las luces vuelven a encenderse, pero nosotros ya no estamos. 

El rescate 

Las coordenadas eran correctas, frente a mí estaba la gran flor de metal. Me escabullí esquivando las cámaras. Caminé sobre el agua haciendo equilibrio con mis botas especiales. Con el eclipse de sol pasando, el portal tridimensional se asomaba entre los pistilos. Solo podía pensar en mi reencuentro con Camila. Quise saltar, pero un ruido me frenó. Los engranajes se trabaron y una gran explosión electrizó el agua. Volé varios metros. Los pétalos se fueron derrumbando uno a uno, provocando olas enormes. Dieciocho toneladas se desmoronaban frente a mis ojos y debía esperar cuatro años más para volver a intentarlo.

El Inquilino 

Acá me tienen, con mi valija llena de libros viejos y una foto de Mamá que logré rescatar del incendio. Delante de mis ojos, él está imponente, en silencio. Le hago una reverencia casi imperceptible y me invita a pasar a su interior. Una escalera con doscientos seis escalones y sin baranda me llevan a mi pequeña habitación. No puedo quejarme, tengo una vista privilegiada de la ciudad. Desde los casi setenta metros, puedo ver a la gente como si fueran pequeñas hormigas y tengo la esperanza de encontrarte entre ellas, para que me rescates de ésta jaula de cemento.

Paula Dreyer
Paula Dreyer

Soy Paula, una Cordobesa viviendo en Buenos Aires. Guionista, Comunicadora Audiovisual y mamá de tres (de tiempo completo). Amo relatar mis vivencias y crear mundos con mi escritura. Tengo raíces de pueblo que las fusiono con la gran ciudad. Los invito a leerme.

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