Porque a veces, recordar; es morir un poquito.

Morí aquella vez que di mi primer beso, lo sé porque siquiera lo recuerdo.

Morí también cuando un día con mis amigos, me aventé desde bien alto a las profundas aguas, y el miedo me hizo subir apresuradamente, nunca más quise nadar en el mar.

Morí cuando me despedí de mis familiares, para emprender mi viaje, sin saber que 6 años después no los he vuelto a ver, apareció la ansiedad y un poco de depresión, una parte quedo allí en ese último abrazo.

Morí, cuando el silencio de su voz, hizo tanto ruido en mi corazón, el primer desamor. si que dolió.

También morí cuando despedí a papá en esa cama de hospital, la vida nunca fue igual.

Recordar es morir un poquito, dicen algunos. Y es cierto, porque al recordar, revivimos momentos que ya no volverán. Momentos que, aunque parezcan pequeños, fueron importantes para nosotros en su momento y nos marcaron de alguna manera.

Pero también es cierto que, al recordar, volvemos a sentir esa emoción que nos hizo sentir vivos en aquel momento, aunque sea por unos instantes.

Recordar es una forma de mantener viva una parte de nosotros que ya no está. Y aunque a veces puede doler, porque recordamos momentos tristes o dolorosos, también es una oportunidad para aprender, para crecer y para ser más fuertes.

Nuestros recuerdos son nuestra historia, nuestra identidad, nuestra esencia. Recordar es morir un poquito. Es sentir cómo un trozo de nosotros mismos se desvanece en el tiempo, como una hoja que cae de un árbol en otoño.

Y aunque la vida sigue su curso y el tiempo no se detiene, siempre tendremos nuestros recuerdos para aferrarnos a lo que una vez fue, a lo que una vez amamos. Recordar es morir un poquito, sí, pero también es una manera de mantener viva la llama de la vida en nuestra alma.

Gregsson Camacho

Cocinero de profesión. Me apasiona la música y escribir. Trato de expresar mis sentimientos y emociones a través de poemas y versos y algunas veces canciones, sueño con cambiar al mundo con mis palabras.