Sin retorno pero con motivo de ver el horizonte

elias brizuela - sin retorno
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El destello, incandescente. La desilusión y… 

Ahí estoy yo, entre la luz de la cocina de la casa de mi vieja, donde se siente la distancia que divide el living del comedor. Sentado; palpitando el tiempo. En una noche que se convierte en única, en el reencuentro con la vida. Porque todo lo demás siempre se sintió inseguro, desierto. 

Se oyen algunos grillos, el colchón de autos en la distancia, los sonidos inherentes a la noche y algún que otro avión que rompe con el sonar intempestivo del silencio. Y, mientras miro con aguda nostalgia el marco en el que estamos Meli y yo de pequeños, me dedico a sentir toda esa energía. La única que siento que parece un hogar. La única que siento que me puede abrazar sin resistencia, a pesar de toda esa tristeza que me destruye en leitmotivs en modo menor.

Nací en los noventa. Apenas soy humano; una mera construcción globalizada, hipertextualizada, embazada. Pero… no muy diferente, ¿ó si?. Solo soy eso; lo que me formó. Las calles de mi barrio, atar con alambre los engaños, lidiar con el abandono, con el abuso; patear las piedras de una vía olvidada, poco iluminada y completamente sobria: llena de un misticismo ecléctico. 

Vivir la noche como nunca. Sentirme eterno entre los laureles y la Luna en el fondo de la casa de mi abuela, como si ese momento irrepetible se transformara en un oasis imperecedero. Reflexionando acerca de lo perdurable de ese tiempo, de la soledad que siempre sentí. De quienes jamás preguntaron cuánto dolor cabía en mi corazón. De quienes veían la plaza de concreto y material cuando yo encontraba en ella el sitio más solemne que pudiese haber habitado. 

Entre las estrellas iridiscentes que escriben en lo profundo del desarraigo, una identidad; un vínculo con el dolor: el de un país, el de familias, el de las almas. Las que deambulan por ahí, sin saber adónde ir. Con cuánta culpa caminaron, con cuánto odio. Las perdono. Aún así me ahogo

Mi familia está acá o en una parada a las doce de la noche en Yrigoyen o en la universidad o en una charla de madrugada en un bar; está en ese lugar distinto, en ese lugar que sin retorno pero con motivo de ver el horizonte, lleva a mi corazón por el camino que siempre trae al sur del conurbano.

Elías Brizuela
Elías Brizuela

Nací un 3 de abril de 1997 en Barrio Uno, Ezeiza y casi todo lo que escribo está relacionado con el conurbano. Primero escribo después soy músico, en su defecto, fotógrafo.

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