Sólo un sueño

Sólo un sueño - María Florencia Gutiérrez
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-Lista el agua para los mates. 

Su voz me exaltó ¿había escuchado bien? Con temor, seguí ese sonido que tanto conocía y recién cuando la vi, caí en cuenta de donde estaba. 

Era su cocina, con la misma calidez de siempre, su mesa redonda en un extremo, y las puertas de madera, abiertas par en par, donde se veía la rosa china que adornaba su patio. 

Ella estaba radiante, sostenía su mate de madera con una mano y con la otra me señalaba una silla para que la tomara. Vestía una pollera a la rodilla marrón, una blusa a tono y sus características zapatillas blancas. 

Tomamos asiento al mismo tiempo, todavía no daba crédito de lo que estaba pasando. La observé un poco más. Sus rulos rubios estaban más brillantes que nunca, tenía perfectas sus manos con una manicura casi profesional, como era habitual. Las arrugas en su rostro parecían haberse detenido y sus ojos celestes eran aún más luminosos de lo que los recordaba. 

-¿Esto es real? - Atiné a decir. 

-¿Eso importa? - Me respondió. Y antes de que terminara la frase, respondí que no con la cabeza. - Tomate un matecito, ahora te gustan mucho ¿no?  

- Gracias. Sí, cuando te fuiste todavía no tomaba y ahora no hay un día que no lo haga. -Me sonrió y pasó el mate. 

-Es con la yerba que te gusta. 

-Mi papá la odia, dice que es como tomar un tecito - dije y reímos juntas. Su carcajada me emocionó, había olvidado cómo sonaba. 

-¿Cómo estuvo tu día hoy?

Sin pensar demasiado si era posible lo que estaba sucediendo, le conté sobre mi día, las preocupaciones que tenía en el laburo, como disfrutaba de mis amigas y de lo que tenía planeado hacer en los próximos años. 

Le mostré fotos de mis hermanos, le relaté sobre sus andanzas y como estaban. Me detuve en los detalles al describir a mi sobrina, lo divertida, inteligente y hermosa que era y de cómo me gustaba verlos a mis papás en el rol de abuelos. 

-Tiene tus ojos, celestes luminosos. - Por alguna extraña razón, sentí que ella ya sabía todo sobre lo que le estaba contando. 

- Grandes cosas le esperan a esta niña. Y no te preocupes, la vas a acompañar de cerquita. 

Su respuesta confirmó mi sensación y percibí mi necesidad de preguntarle sobre ella. Habían pasado varios años de nuestro último encuentro y de a poco mi memoria se iba diluyendo.

Tenía presentes las mejores anécdotas de mi papá que, con mucho amor siempre la recordaba. Gracias a ello y a lo que ella había sembrado, yo la había convertido en la heroína de todos mis cuentos. Pero no me abandonaba la inquietud de creer que muchas cosas me faltaban conocer.     

-Hace unos días que tengo esta nostalgia dentro, de habernos perdido varias charlas. - le dije, mientras hacía ruido con la bombilla tomando lo que quedaba de mi mate. 

-¿Qué te gustaría saber?- respondió

Y siguieron, en lo que para mí fueron horas mágicas, sus relatos más admirables. Desde su historia de amor épica, hasta el nacimiento de sus hijos, pasando por sus años de niña, la relación con su mamá y sus hermanos.

Todo lo que escuchaba me hacía amarla más y volver a confirmar que ella era una superheroína fuera de este mundo, al menos ante mis ojos. 

-Ya va a ser momento de que terminemos- anunció, y cayó el último chorrito de agua caliente de su pava plateada, sobre la yerba ya lavada. 

- Mi papá te extraña Abu, todos lo hacemos. 

-Yo estoy con ustedes, siempre. Pero creo que eso, vos ya lo sabes. 

Apretó fuerte mis manos entre las suyas, su gesto predilecto,  se inclinó para besarme en la frente y desperté. 

Enredada entre sentimientos que no tienen explicación, elegí creer que no había sido sólo un sueño.

María Florencia Gutiérrez
María Florencia Gutiérrez

Cordobesa, comunicadora social y apasionada de la comunicación en todas sus formas. Escribo, para exorcizar y expresar. Confío en mi palabra escrita más que en cualquier otra versión de mí, porque es donde más soy sin máscaras, donde puedo ser "flor de caradura".

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