Detener la primavera

Musulman
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Es martes 13 de septiembre, en Teherán. Mahsa Amini, una estudiante iraní de 22 años está allí de vacaciones, con su familia. Es su primera vez en la capital de Irán, y va de paseo junto a sus padres y su hermano. Al salir de la estación de metro, la familia es abordada por la policía. No es cualquier policía: es la policía religiosa, la policía de la moral –como los llaman-, la policía de orientación –como se llaman a sí mismos-. ¿EL motivo? Mahsa no lleva correctamente su hiyab, el pañuelo con el que las mujeres islámicas se cubren la cabeza y parte del pecho. Se le veía el pelo. Y en Teherán las mujeres deben llevar cubierto no sólo el pelo, sino el cuerpo hasta los tobillos. Es la ley, y la patrulla de orientación se lo hará entender: le va a enseñar cómo debe vestirse y usar su hiyab. Hiyab significa, literalmente, “cortina”.

Su hermano intenta una protesta, pero lo rocían con gas pimienta. Hay algunos golpes para Mahsa: bofetadas y palazos en las piernas y en las manos, mientras la suben al vehículo de la moralidad. Allí los golpes continúan, esta vez en la cabeza, hasta que la desmayan. Tres días en coma estuvo Mahsa Amini, antes de morir.

Pero su muerte no fue en vano, y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Manifestaciones y disturbios a los largo y ancho de todo el país, donde miles y miles de mujeres, acompañadas por miles y miles de hombres, quemaron sus hiyabs, cortaron su pelo, clamaron por libertad y por igualdad, desafiando las normas que el régimen teocrático les impone.

Como todos los regímenes autoritarios, la culpa es del otro: de complots internacionales, de la ignorancia, de la confusión que provocan las redes, internet… el otro es el enemigo. Hay que censurarlo. Y si hace falta, aniquilarlo.

Ya hay más de 70 muertos. Y seguramente habrá centenares o miles. Pero como alguna vez escribió Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.

Gastón Yaryura
Gastón Yaryura

Absorber la vida. Describirla y escribirla. Compartir.

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