Ag 2023-Miriam Rodriguez
Sueños en colorUna vez recuperada, pudo hablar y contarles su historia.
_ Me llamo Paz. Hace mucho, mucho tiempo, vivía en una casa donde había un niño. Pablo, que así se llamaba, era mi amigo. Le encantaba dibujar y pintar. Todos estos pinceles y pinturas me lo recuerdan.
_Son míos, dijo Aroa. ¡A mí también me gusta mucho!
La paloma siguió _ Se divertía haciendo gestos. Y me decía, ¿ves Paz? Enojado, triste, feliz, miedoso, de frente, de perfil. Puedo hacer muchas cosas con mi cara, pero siempre, siempre, sigo siendo Pablo. Luego tomaba el lápiz y dibujaba personas con rostros extraños.
Una tarde salí, volando, me alejé demasiado y ya no supe volver. Fui y vine muchas veces, pero me perdía más y más.
Se que pasó muchísimo tiempo desde entonces.
Estoy totalmente desorientada en tiempo y lugar. Y extraño muchísimo a Pablo, que ya debe haber dejado de ser niño.
_Eso no es problema. Nosotros podemos ayudarte, dijo Muun.
Soy guardián del tiempo, así que, aunque hayan pasado decenas de otoños y primaveras, puedo solucionarlo y si además hablamos de un niño pintor, aquí estás frente al señor de las bellas artes.
Y luego de hacer una graciosa reverencia siguió
_ ¡Paz, fuera la tristeza! Aquí estamos para formar un equipo y salir a la aventura. Pronto encontrarás a tu amigo.
Aroa, preparó la mochila, tomó suavemente a la paloma, alistó el monopatín y se puso el casco. Sabía lo que estaba por pasar.
La ventana se abrió, Muun ya había amarrado la bufanda. Una ráfaga de viento los envolvió y el despegue desde el balcón fue inmediato.
El vuelo era perfecto como todos los anteriores. Todo iba bien, hasta que de repente los alcanzó una fuerte tormenta. Un inmenso y oscuro remolino los arrastró con fuerza hasta el centro de la tempestad. Rayos y truenos descargaban su furia y Muun mantuvo con valentía el mando del mágico monopatín. Aroa se sostenía con fuerza mientras Paz asomada a su espalda, se refugiaba entre la enredada cabellera de la niña.
Tras luchar un largo rato, pudieron pasar al otro lado, estaban cerca de la calma, pero extremadamente agotados y sin rumbo. Así fue como comenzaron a perder altura y debieron improvisar un aterrizaje forzoso.
Cayeron violentamente en una gran parva de trigo y se hundieron hasta el fondo.
Nadie podría verlos, pero tampoco nadie podría ayudarlos a salir.
¡¿Ahora qué sería de ellos?!
"Todos tenemos algún vidrio roto en el alma, que lastima y hace sangrar, aunque sea un poquito. Al escribir, siento que puedo sacar un poco de esos vidrios fuera de mí. Al ponerlos en un papel ya no me dañan” - Eduardo Galeano. Quizás esa sea la razón por la que me encanta escribir.