IV

Nov 2022-Emanuel Bibini

El hilo plateado de la muerte
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Se oyeron disparos de granadas, y los balazos no cesaban. Cada bala que golpeaba cerca de donde yo estaba me dejaba aturdido y asustado; debo decirlo, no he sido entrenado para eso. Vi caer cerca de mí a varios soldados muertos (esto me horrorizó, pues vi cómo muchos agonizaban), otros eran llevados heridos. Comencé a disparar, más con ira que con inteligencia. Y más con pasión que con puntería. Me asomaba por sobre el lateral izquierdo del auto, disparaba y me escondía. No más de tres tiros y me volvía a esconder. Sentí las balas muy cerca… No pensé que saldría de ese trance con vida. Los proyectiles impactaban en el auto. Mi preocupación era que disparasen con armamento más pesado; de ser así, junto con el auto me destruirían a mí. Pensé que tendrían lanzacohetes (y efectivamente los tenían), mas no me amedrenté. Cuando los veía con esas vinchas verdes, llenos de odio, me llenaba de odio yo también… y aquella patria me llamaba a defenderla, aunque mi vida quedase allí. En ese momento recordé a Mariano Moreno, que, tras ser vilmente traicionado y envenenado, moría gritando: “¡Viva mi patria, aunque yo perezca!”. 

El tumulto era enorme, ya los cohetes impactaban cerca. Los disparos de Kalashnikov (el Kalashnikov del año 2030 puede partir en dos a una persona, no lo sabía hasta que lo vi) destrozaban el auto. Yo me encontraba completamente aturdido, y un soldado me hizo señas para que me cubriera detrás de un tanque. Observé que los tanques comenzaron a disparar luego de una orden. ¡Oh, Jerusalén! ¡La Puerta de Damasco se estaba haciendo pedazos!  

De repente, todo quedó en un perturbador silencio. Luego, un funesto silbido de aturdimiento en el cual mis oídos quedaron atrapados, hasta que finalmente comencé a oír los escombros que caían y cómo se derrumbaba parte de la historia de la humanidad. Se oían también las alarmas de los autos que habían quedado sonando y los gritos de los heridos —horrendos alaridos de muerte—, pero los disparos habían cesado. Cuando miré hacia la Puerta de Damasco, que estaba parcialmente destrozada, vi una pila de terroristas muertos… escena horrenda. Supe que eran terroristas porque, entre lo rojo de la sangre, veía verde por todas partes, y tenían esos uniformes característicos que usan ellos, aunque sus cuerpos estaban destrozados. Era lógico, fueron abatidos por tanques.  

Había que entrar, no sabíamos cuántos terroristas había dentro de la ciudad vieja ni qué tramaban, tampoco sabíamos a cuántos civiles habían asesinado (hablo en plural porque por la radio oía yo lo mismo que el ejército). “Hikansú, hikansú” (“Entren, entren”), fue lo que oí en la radio de un combatiente antes de entrar. Entré junto con los soldados. Disparé a algunos terroristas que pude ver, y creo que de ellos maté a varios. No tuve tiempo de ponerme a pensar en lo que significaba quitar vidas porque la mía corría peligro. Recordé las palabras de Daniel Muchnik en su libro La humanidad frente a la barbarie: “Ante una situación de muerte, de peligro de la vida, todo hombre puede transformarse de ángel a monstruo” (tal vez sea válida la aclaración de que nunca me consideré un ángel). En un momento, perdí tanto la calma que me lancé a correr, mi desesperación radicaba en saber qué pasaba o en qué estado se encontraba el muro, ¡oh, fanatismo el mío! Los soldados me gritaban que me detuviese, que era peligroso, pero mi ímpetu místico pudo más que mi razón. Y en realidad me perdí. No era la primera vez que me perdía en la ciudad antigua de Jerusalén (una vez, en épocas de paz, caminando por allí me perdí en el barrio árabe); pero, esta vez, a pesar del conflicto desatado, al menos yo estaba armado. Estar armado puede dar cierta seguridad, pero, aunque uno esté armado, sigue siendo vulnerable a las balas.  

Emanuel Bibini
Emanuel Bibini

Soy de Alberti, nacido —el 27 de enero de 1994—y criado, Provincia de Buenos Aires, Bachiller en Arte por la escuela Secundaria 3 "Movimiento arte concreto invención". Publiqué 5 libros: (Escritos de noche, reflexiones y poemas de un obsesivo), (Relatos Apocalípticos, 30 historias trágicas), (El hilo plateado de la muerte), (Tristísima comedia), y (21 de septiembre, el pueblo de los tiranos).

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