VII

Mzo 2023-Emanuel Bibini

El hilo plateado de la muerte
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Cuando osé acercarme hacia el bendito sitio, no fue demasiado lo que pude ver debido a la constante emanación de humo, que surgía de todas partes y generaba una espesa niebla con hedor de cadáveres y de sangre. Vi luces, vi el fuego que salía de los fusiles que eran disparados. Se oían gritos… estrepitosos gritos de guerra, y también algunos quejidos de los moribundos. Si me preguntan quién peleaba ahí, eso ya no se distinguía. Me acerqué lentamente hacia lo que quedaba del famoso muro. Algunas piedras todavía caían, resonando y destruyendo cualquier cosa que quedase debajo. Seguí avanzando… Los cadáveres estaban por todas partes, la sangre lo bañaba todo. Yo estaba aturdido y, a pesar del peligro, sentí la imperiosa necesidad de avanzar hacia el lugar sagrado, o hacia lo que quedaba de él. Por tanto, no detuve mi lenta y aturdida marcha. Delante de mí, vi cómo un terrorista palestino asesinó a una mujer que corría desesperada. No pude ni intenté hacer nada, mi cuerpo caminaba, mi mente estaba invadida de pensamientos, mis sentidos aturdidos. Vi cómo asesinaba el terrorista a esa mujer, y luego vi cómo fue acribillado por el ejército al intentar huir. Tanta violencia me tenía absorto.  

Me acerqué más hacia el muro, hasta que pude observar en él un enorme agujero. Los disparos no cesaban… Alguien del ejército me gritó que me alejara, mas no lo obedecí y, para mi sorpresa, no me dispararon. Tal vez fue porque llevaba puesto un chaleco antibalas que ellos reconocían. Luego, vi llegar una horda de terroristas dispuestos a aniquilar todo a su paso. Yo sabía que era mi fin. No había dudas. La distancia entre los terroristas y yo no era mayor a cincuenta metros… Oí un grito firme: 

—Lemáta! (“¡Abajo!”). 

Me arrojé al suelo y un caza israelí disparó una carga de explosivos sobre los terroristas, de los cuales no quedó ninguno 

vivo, sin duda. No me preocupaban los terroristas, me impresionó lo que me sucedió a mí en aquel momento. Sentí cómo mi alma salía de mi cuerpo y se elevaba por encima de él. Entonces, pude ver mi cuerpo en el suelo con el pecho abierto, sangre derramada a un costado y mi aspecto de muerto en la guerra. Algunos soldados tomaron mi cuerpo y lo corrieron a un costado, lo colocaron junto con los cuerpos de varios soldados que allí yacían. Quería gritarles, pero no podía. Mi voz no tenía fuerza, veía lo que estaba sucediendo, pero no podía hacer nada. Mi cabeza tenía un enorme corte y mi pecho sangraba a borbotones. Cuando vi que el sangrado se detuvo, me supe muerto. Pues, una señal de que alguien ya murió es esa, el corazón ya no bombea sangre porque dejó de latir; por tanto, si no seguía sangrando era porque mi corazón se había detenido. 

No pasó mucho tiempo hasta que aquel caos se tornó en orden. Y yo recordé las palabras del Génesis, las primeras palabras de la Biblia: “Bereshít bará elohím et hashamáim ve et haarétz, ve haárez haitá tóhu vabóhu” (“En el principio, creó Dios los cielos y la tierra, y la tierra estaba caótica y desolada”). 

Repentinamente, del caos surgió una armonía impresionante, que sobrevino junto con una paz absoluta, un sosiego difícil de describir. Aquel paisaje bélico, caótico y apocalíptico se tornó de repente en hermoso, elevado y pacífico. Todo se restauraba… Jerusalén brillaba como el oro, brillaba como el sol. Por momentos dejé de ver a los muertos, ya no los vi. Me elevé más aún y pude contemplar todo el brillo de la santa ciudad. Como si no hubiese habido guerra alguna. Pero claro, mi cuerpo seguía en algún lugar del suelo. Muerto. Sin vida. Fue entonces cuando dejé de protagonizar esta historia —por largo rato— y pasé a ser un espectador de las cosas que vi y oí a continuación. 

Emanuel Bibini
Emanuel Bibini

Soy de Alberti, nacido —el 27 de enero de 1994—y criado, Provincia de Buenos Aires, Bachiller en Arte por la escuela Secundaria 3 "Movimiento arte concreto invención". Publiqué 5 libros: (Escritos de noche, reflexiones y poemas de un obsesivo), (Relatos Apocalípticos, 30 historias trágicas), (El hilo plateado de la muerte), (Tristísima comedia), y (21 de septiembre, el pueblo de los tiranos).

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